Había llegado el momento, la decisión estaba tomada.
Ana preparaba la maleta mientras rememoraba los buenos momentos que había pasado junto a su marido.
Juan, estaba a punto de regresar del trabajo y no quería dejar pasar un minuto más sin trasmitirle la decisión final que había tomado después de haberlo valorado durante meses. Al fin y al cabo su matrimonio no fue del todo malo simplemente se desgastó.
El ruido de la llave introduciéndose en la cerradura la sustrajo de sus pensamientos. En un acto reflejo, Ana metió en la maleta la poca ropa que aún le quedaba sobre la cama mientras escuchaba como Juan comenzaba a subir las escaleras que le conducían hacia el dormitorio.
— ¿Qué estás haciendo? —Preguntó estupefacto al ver la maleta sobre la cama.
Ana permaneció inmóvil, tomando aliento para enfrentarse al instante en el que daría la respuesta más dura de su vida.
—Me marcho. —Se escuchó decir a sí misma.
— ¿Cómo, qué estás diciendo? ¿Acaso te has vuelto loca?—Preguntó Juan incrédulo.
Ella se dio la vuelta sin soltar el asa de la maleta y le miró a los ojos.
—Escúchame Juan, lo nuestro no puede continuar. Llevamos dieciséis años juntos y pese a que han sido buenos no son lo suficiente para mí.
— ¿Entonces? —Interrogó él sin darla tiempo a terminar la frase.
Juan cerró los ojos tratando de amortiguar el dolor que sabia estaba a punto de padecer.
Ana tomo aliento y continúo con su masacre emocional.
—Además he conocido a otra persona. Se llama Lucas.
Juan sintió un terrible dolor en el pecho, una puñalada acababa de atravesar su corazón. Cuando por fin pudo reaccionar solo tuvo tiempo de observar como Ana cerraba la puerta tras de sí abandonando el hogar y su corazón destrozado.
Apenas sin fuerza se sentó en un escalón y tomo entre sus manos el pañuelo de seda que su mujer en la huida había dejado caer. Se lo acercó hacia la cara y lo olio mientras pronunciaba una frase. —Nadie te va a amar como yo.
Un año después.
—Doctor, esta situación me está volviendo loca ya no aguanto más. —Expresó Ana desconsolada mientras enjugaba sus lágrimas en un pañuelo.
—Escúcheme bien Ana, tiene que ponerlo en conocimiento de las autoridades esto está comenzando a resultar peligroso de momento, ya la está afectando mentalmente. —Indicó el Dr. Pérez jefe de psiquiatría del Hospital Mental. —De nada sirve que se encierre usted aquí, tarde o temprano tendrá que regresar a su hogar junto a su pareja. Lucas está muy preocupado por usted y me llama constantemente para ver como se encuentra, esta situación también le está afectando mucho a él.
—Lo sé, doctor. Gracias a Lucas aún no me he vuelto completamente loca. Él es lo mejor que ha pasado en mi vida después de mi divorcio. Me adora y está llevando el acoso de mi ex marido de la mejor manera posible. Temo que algún día se enfrenten y no sé lo que pueda ocurrir. —Expresó Ana desesperada. —Mi ex marido; Juan, es el que debería estar en un psiquiátrico y no yo. Desde que le abandone no ha parado de perseguirme a todas horas. Me deja mensajes, me espera a la salida del trabajo incluso un día me lo encontré en el mercado al otro lado del puesto en el que yo estaba comprando. Ahí estaba, mirándome fijamente y dibujando en sus labios la misma frase de siempre. “Nadie te va a amar como yo”. —Mire en lo que me ha convertido, no vivo, no duermo, no puedo ni comer. —Ana tomo aliento unos instantes y continuo su monologo de angustia. —La decisión de ingresarme voluntariamente ha sido para tratar de huir de él. Pero cuando salgo al jardín del hospital aún me parece verle, sé que está ahí, agazapado detrás de la valla esperando a que regrese a mi rutina diaria para continuar atormentándome. Doctor, ¿Qué voy a hacer?
—Mire Ana. Este no es el mejor modo de enfrentarse al problema. No puede estar escondida eternamente, tiene que salir de aquí y hablar con Juan. Demostrarle de una vez por todas que él ya no pertenece a su vida y que se siente amada de nuevo por Lucas, que es feliz.
Ana agacho la cabeza y asintió.
—Tiene razón. Me voy a casa.
La lluvia torrencial apenas dejaba ver la puerta de entrada del que era su hogar desde hacía un año. Ana, pagó al taxista el recorrido del trayecto y salió del vehículo. Estaba nerviosa y apenas notaba como su ropa comenzaba a pesar por el aguacero.
Sin prisa dirigió sus pasos hacia la casa.
—Lucas amor mío ¿Dónde estás?—Pregunto Ana, mientras se quitaba el abrigo que estaba completamente empapado.
—Aquí estoy cielo en la cocina preparando la cena. El Dr. Pérez me llamó. Me hubiera gustado ir a recogerte si me hubieras avisado ¿Cómo no me lo dijiste? En fin… Tratare de compensártelo con tu plato favorito.
Ana ya se encontraba en el quicio de la puerta mirándolo.
Él se giró para observarla mientras de reojo y con gran maestría continuaba cortando las verduras.
— ¿Te encuentras bien amor mío? —Interrogó con preocupación al ver el rostro demacrado de su mujer.
—Lucas, ¿tu me amas? ¿Harías cualquier cosa por mí? —Las lágrimas de Ana se mezclaron con las gotas de lluvia que resbalaban por su rostro.
—Pues claro vida mía eres lo único que me importa.
Ya habían pasado veinticuatro horas desde que Ana saliera del psiquiátrico y regresara a su casa. Juan había seguido sus movimientos como siempre y vigilaba desde el interior de su coche la puerta de entrada de la vivienda, mientras se preguntaba porque ninguno de los dos daba señales de vida. A estas horas Lucas debería haberse marchado a trabajar y Ana tendría que encontrarse a solas en casa.
Sin poder soportar más la espera. Salió de su vehículo dispuesto a hablar con ella. Cuando iba a llamar al timbre observó que la puerta de entrada estaba entornada como si estuvieran esperando su llegada.
—Hola Ana, ¿Estás ahí? Necesito hablar contigo. —Preguntó mientras accedía al interior con cautela.
Pero lo unico que escuchó fue el eco de sus propios pasos.
Juan se dirigió hacia la cocina arrastrado por una sensación de inquietud.
Lo primero que observó horrorizado fue el color de las paredes. Estaban teñidas de rojo algunas partes en tonos más oscuros y otras en un carmesí brillante, la sangre no se había secado de igual modo por todos los sitios. Ana se encontraba de espaldas a la puerta, arrodillada. Junto a ella en un charco de sangre yacía el cuerpo de Lucas, estaba tan desfigurado que apenas se distinguía si en realidad era él.
Con sumo cuidado Juan saco el móvil de su bolsillo y comenzó a marcar el número de la policía.
Ana, alertada por el ruido se giró hacia él. Su rostro era la viva imagen de la locura. Le miro sonriente y despacio alzó sus manos hacia Juan mostrándole el corazón aún sangrante que había extirpado del cuerpo de Lucas.
— ¿Lo ves? Lucas también me lo entrego todo. —Entonces comenzó a reír alocadamente. — ¿A qué has venido Juan, a seguir atormentándome? —Le preguntó.
Él, la observó aterrado y con voz temblorosa la respondió.
—Solo quería pedirte disculpas por mi comportamiento tras el divorcio e informarte que mi corazón ahora pertenece a otra.
Amor incondicional - (c) - Kelly Mordon