Relatos cortos de terror. Nº14 "Depresión" · El libro más leido

Relatos cortos de terror. Nº14 "Depresión"

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(0) 19/11/2014 11:33h

Depresión.

¡Qué tontería! Se dijo Marta al recordar los comentarios de sus amigas  hablando sobre la depresión post parto durante la última reunión semanal  que venían haciendo desde hacía años todos los jueves.

Ella, tenía dos preciosas niñas y no había padecido ningún síntoma que le hiciera pensar que hubiera tenido desanimo tras ambos alumbramientos.

Ahora a punto de dar a luz a su tercer hijo, no pudo evitar pensarlo y se preparaba mentalmente para no caer en ese tanto por ciento de mujeres que la sufrían.

— ¡Mama! —Escuchó gritar repentinamente desde una de las habitaciones del piso superior.

—Ahora subo. —Respondió mientras lanzaba un suspiro de hastió y comenzaba a subir las escaleras que le conducían hacia cuarto de sus hijas.
 

—Te lo dije mama. Te advertí que no era buena idea que Ana y yo  compartiéramos el dormitorio. Estoy harta de ella, siempre husmeando entre mis cosas. —Se quejaba la mayor de las hermanas; Linda.

En un rincón del dormitorio Ana con gesto serio observaba como su hermana  lanzaba improperios sin compasión. Definitivamente era una chivata.

—No es verdad mama. —Se defendió. —Solo estoy mirando su ropa, ya que no tengo más remedio que heredar sus asquerosos trapos, al menos busco algo que me pegue con la falda que me voy a poner hoy. —Replicó la chica a modo de disculpa.

—Está bien niñas, tenéis que tratar de hacerme las cosas un poco más fáciles. Estoy a punto de traer al mundo a vuestro hermano y necesito un poco más de ayuda por vuestra parte. Ya tenéis doce y quince años, sois unas mujercitas,  así que demostradme que puedo confiar en vosotras. No más peleas. ¿De acuerdo?

—Está bien. —Contestaron las jóvenes al unisonó en tono conformista.

El parto resulto ser más duro de lo que pensaba, pero el simple hecho de verle por fin la carita al pequeño Marcos; su único varón. Mereció la pena.

— ¡Chicas ya estamos aquí ¡— Vocifero el cabeza de familia mientras a duras penas trataba de ayudar a su mujer y al bebe a entrar en casa con todos los trastos.

Las dos muchachas bajaron al trote las escaleras y abrazaron con fuerza a su padre, pero al repetir la operación con su madre esta las recibió con una mirada fría de odio y se aparto de inmediato.

— ¡Que hacéis, estáis tontas! —Grito— ¿No os dais cuenta de que está dormido?

Las pequeñas se quedaron inmóviles mientras Pedro; su marido dirigía una mirada de incredulidad hacia su esposa.

— ¿Qué te pasa? —le preguntó irritado.

Marta en silencio, se limito a subir las escaleras sin mirar hacia atrás dispuesta a continuar con su labor maternal.

Pasados quince días y después de mucho pensar Pedro decidió telefonear a su madre.

—Si ¿Quién es? —Pregunto la mujer al otro lado del hilo telefónico.

—Mama soy yo, Pedro. —Contesto en un susurro.

— ¿Qué pasa? ¿Hay algún problema con el bebe o con las chicas? —Interrogo preocupada.

Depresión. Kelly Mordon.

—Bueno… a ellos no les pasa nada mama. Veras, es que desde que trajimos el bebe a casa Marta ha estado muy rara, su comportamiento no es normal. Tengo miedo de dejarla a solas con los niños y he de ir a trabajar. Creo que tiene una depresión postparto, la convivencia se ha vuelto insoportable. Las niñas están descontroladas se pegan por la ropa, por la televisión, por todo y ella mientras tanto se queda inmóvil sin hacer nada, ausente. No las corrige se limita a mirar hacia la nada con los ojos perdidos y el bebe en brazos, es como si solo le hubiera tenido a él. Esto es una locura, no sé lo que voy a hacer. —Replicó Pedro angustiado.

—Escucha hijo,  creo que lo mejor es que los dejes a solas. Seguro que Marta reaccionará cuando se vea sin tu ayuda con los tres, vete al trabajo y procura tranquilizarte. —Le aconsejó ella.

—Tienes razón mama. Gracias por tus palabas, hablamos más tarde, te quiero. —Pedro, colgó el auricular convencido de la decisión que acababa de tomar.

—Marta cariño me voy a trabajar. Solo me acercare un rato y estaré aquí para la cena, ¿te las arreglaras sin mí, verdad? —Preguntó a su mujer preocupado.

Como era de esperar la respuesta de Marta fue la misma de los últimos días, se limito a mirar y meció al bebe cuidadosamente.

Pedro se dirigió al cuarto de sus hijas para despedirse. Al acceder, observo como la mayor de las hermanas; Linda. Se encontraba encima de Ana tirándola de los pelos mientras esta trataba por todos los medios de librarse de ella.

— ¡Ya está bien! ¡Parad de inmediato! —Grito Pedro mientras las separaba. —No me extraña que vuestra madre este media loca, esto no hay quien lo aguante.

Después de un portazo se marchó.

Ya habían pasado seis horas y Pedro se dirigía hacia su casa angustiado, sudaba a chorros y el frio de Noviembre atería sus huesos filtrándose bajo la ropa. Trataba de calmar los nervios buscando motivos que le explicaran porque nadie en su casa respondía al teléfono. —“Dios mío que estará ocurriendo”— murmuraba aligerando sus pasos. Al entrar observo que todas las luces de su casa estaban encendidas. Comenzó a subir las escaleras poco a poco y escuchó un crujido que provenía de uno de los dormitorios seguido del llanto desesperado de su hijo. Pedro alcanzó los últimos escalones con rapidez y agudizo el oído para acertar con el origen del lloro y no errar, el ruido provenía de la habitación de las niñas. Al abrir la puerta encontró una escena dantesca.

Sobre la cama yacía el cuerpo de su hija mayor Linda cosido a puñaladas, apenas se distinguía su dulce rostro entre los trazos desgarrados de su juvenil cara. Su hermano, lloraba desconsolado tirado en el suelo de la habitación mientras su esposa cuchillo en mano trataba de alcanzar a la pequeña Ana que se había escondido bajo la cama. — ¡Te voy a matar perra! —Gritaba desesperadamente Marta estirando el brazo bajo la cama mientras un reguero de sangre caía sobre su espalda.

Pedro reacciono con rapidez arrojándose  con fuerza sobre ella. Durante unos minutos inagotables forcejearon hasta que él consiguió arrebatar el cuchillo a su esposa propinándole un fuerte golpe que hizo que esta perdiera el conocimiento. Ana horrorizada, observaba la escena digna de una película de terror.

La oscuridad de la noche se iluminaba a intervalos por las luces que emitían los coches de policía y la ambulancia que estaban apostados frente al hogar de los hechos.

Ana, permanecía en un sillón abrazada a su padre que en esos momentos daba conocimiento a la policía sobre lo ocurrido mientras observaba como unos camilleros conducían a su madre que estaba ligada a una camisa de fuerzas hacia la ambulancia. —No estoy loca, no estoy loca. —Repetía una y otra vez.

—Lo sabía. —Escuchó decir a su padre. —Ella no estaba bien, tenía una depresión post parto, todo ha sido culpa mía si yo hubiera estado aquí mi hija aun seguiría con vida. — Explicaba desconsolado mientras con ternura acariciaba el pelo de su hija.

 Ana le miro con los ojos  humedecidos y le pregunto.

—Papa ¿Puedo ir a ver a como se encuentra mi hermano?

—Si claro mi amor, pero ten cuidado no le despiertes que aún está muy alterado. —Respondió accediendo a su petición.

El dormitorio se encontraba en penumbra y un dulce aroma a colonia de bebe se escapo cuando  la muchacha retiro con suavidad la manta que le cubría.

Ana, observó unos instantes al pequeño con dulzura y le volvió a tapar mientras susurraba.

Tranquilo hermanito tú jamás tendrás que heredar mi ropa. Al fin y al cabo es una suerte que seas un chico. ¿Sabes una cosa?  Estoy deseando ir de compras, lástima que mama tenga una depresión post parto.

Después sin más, sonrió.

Kelly Mordon autora del libro más leído.

Depresión. - (c) - Kelly Mordon

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