Relatos cortos de terror. Nº16 "Mama" · El libro más leido

Relatos cortos de terror. Nº16 "Mama"

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(0) 16/06/2015 11:51h

Mama.

Cristian,cerro los ojos y coloco sus pequeñas manitas taponando sus oídos.

Queria desaparecer, sentía que no debía ser conocedor de lo que estaba viviendo, el solo quería jugar como un chaval más, sin miedo, sin interrupciones, sin peleas ni gritos. Pues él, tan solo era un niño de cinco años

De pronto y pese a los intentos por no oir, escuchó un golpe seco que provenia de la habitación de arriba seguido de un gran vacio que invadió la casa dándole a Cristian ese merecido regalo que tantas veces había ansiado. El silencio.

Dirigió su mirada hacia la parte alta de la escalera cuando percibió unos pasos y entonces la vio aparecer.

—Tranquilo Cristian no pasa nada —dijo Virginia bajando los escalones— todo a está bien por fín podemos respirar tranquilos. Tus hermanos se han portado mal y les he tenido que castigar. ¿Lo entiendes verdad, Cristian?—Preguntó acercandose hacia él.¿Porque no me contestas hijo?

El pequeño la miró y por un instante estuvo tentado en subir las escaleras corriendo para saber que habia sucedido. Pero al momento, rechazo la idea al pensar que ya no tendría que soportar mas peleas.

—Venga vamos a desayunar, hoy te libras de ir al cole —dijo ella alegremente.—Es más, durante unos días nos vamos a quedar en casa, os escusaré diciendo que estais todos malitos con un virus o algo por el estilo. Venga mi amor, cambia ya esa carita y dime que es lo que mas te apetece hacer.

El pequeño que la observaba ensimismado exclamo.—Se darán cuenta y vendrán a buscarnos.

—Tranquilo cielo, eso no ocurrirá, nada ni nadie nos va a serparar yo siempre cuidare de ti. —Sentenció ella acariciando la cabeza del pequeño.

Durante una semana, Virginia y  Cristian desaparecieron del mundo exterior encerrados en su casa.

La curiosidad del niño hizo que en alguna ocasion llegara a sujetar el picaporte de la puerta del dormitorio para comprobar que es lo que había ocurrido alli dentro. Pero la paz que se respiraba en el hogar le instaba a no hacerlo, la decisión que había tomado su madre no estaba resultando ser del todo mala. Definitivamente tenia la mejor mama del mundo.

Desde la calle, se podían escuchar sus risas. En algunos momentos según como soplara el aire, los transeuntes podían percibir un olor nauseabundo que procedía de la morada, pero nadie podia imaginar cual era el verdadero origen.

El teléfono de la casa sono despues de siete días, las manecillas del reloj marcaban las 11.30 de la mañana. Virginia miro a Cristian que se había dormido sobre su regazo habian pasado toda la noche viendo películas y comiendo pizza, queria mimar a su hijo como nunca antes lo había hecho.

Retiro con cuidado la cabeza del pequeño y se dirigió a la cocina para descolgar el telefono.

—¿Si digame?— Contesto con cautela para no despertar al niño.

—¿Hola?.. ¿Me escucha?— Dijo una voz de mujer al otro lado del teléfono.

—Si la escucho perfectamente. ¿Que es lo que quiere?—interrogo impaciente.

—¿Virginia eres tu? —Pregunto la desconocida.

Ella sostuvo durante unos instantes el auricular del telefono  y despues colgo sin más.

Miró hacia el salón y vió que Cristian ya se estaba desperezando.

—¿Vamos a salir hoy a la calle mama? Preguntó el niño mientras rebuscaba bajo el sillon para encontrar sus zapatillas de andar por casa. —Estoy cansado de estar aqui. Ademas... huele muy mal. —El pequeño trago saliva al escucharse.

—Si, lo sé...—Replico Virginia que mantenia la mirada fija en la puerta de la calle. —Bueno... lo veremos mas tarde, de momento vamos a desayunar.

La mañana paso con rapidez. Virginia, en un acto de contener las ansias del niño por salir del encierro le habia preparado un baño con sus juguetes preferidos.

Cuando se disponian a comer alguien toco el timbre de la puerta, provocando que Virginia se pusiera en alerta.

—Un segundo. —Grito ésta colocandose el delantal y dirigiendo una mirada fria al niño que le hizo estremecer—. Escuchame hijo, no hagas ninguna tonteria si no quieres acabar como tus hermanos. —Advirtió al niño señalando hacia arriba—¿Me entiendes?

—Si.—Contesto el pequeño con ojos llorosos.

—Si qué. —Interrogo ella dirigiéndose hacia la entrada con seguirdad.

—Si mama.—Contesto Cristian mientras veía como se alejaba.

Virginia miró a través de la cortina de la puerta y enseguida reconoció a la persona que se encontraba tras ella. Era la señorita Rosy la profesora de Cristian. No podía ser de otro modo, esa entrometida y su moño siempre metiéndose donde no la llamaban.

—Buenos dias— Exclamo la docente al encotrarse frente a Virginia.

—Buenos dias. —Respondio ésta expectante.

—Veras...me ha extrañado que Cristian no haya venido a la escuela durante una semana, he llamado pero se ha cortado y bueno... pasaba por aquí y quería confirmar que se encontraba bien.

—Si—. Afirmo ella. —Ha tenido algo de fiebre pero ya esta bien. De hecho mañana mismo ira a la escuela.

—Ya... —respondio la maestra con cierta duda. —Pero ...—Repentinamente la maestra dejo de hablar para comenzar a olfatear ¿que es ese olor tan nauseabundo que sale de la casa?

Virginia comenzo a sudar, las gotas resbalaban por su frente mientras sentía la arrolladora presencia de la maestra que estaba entrando sin permiso en la casa.

—Parece que viene de arriba Virginia, ¿que te pasa? ¿acaso no lo hueles? —Interrogo la mujer mientras comenzaba a subir las escaleras violando la intimidad del hogar.

Antes de que pudiera advertirla de lo que sucederia si abría esa puerta, la mujer ya se encontraba en el interior. Petrificada, aterida del terror, sus pupilas se abrían y cerraban en un intento vano de evitar que la imagen que estaba presenciando se quedara grabada de por vida en su mente.

En estados distintos de putrefacción se encontraban dos cadáveres.

El primero el de un hombre que llamaba especialmente la atencion por tener la boca abierta en un grito desgarrador. El mango de un cuchillo asomaba por su tórax, lo habian clavado tan fuerte que se podia percibir la rabia del asesino. Aún mantenía el rictus de sus manos agarrotadas asiendo las sabanas de la cama.

El segundo cadaver se trataba de una mujer cuyas huellas de sangre denotaban los intentos fallidos por alcanzar la ventana. Tenia la cabeza destrozada y dejaba entrever a través de jirones del cuero cabelludo algunos trozos de su craneo astillado por los golpes recibidos con un martillo que se encontraba a su lado.

La docente, introdujo su mano temblorosa en el bolso y comenzó a escarbar nerviosa tratando de localizar el móvil sin poder apartar la mirada del macabro hallazgo. De pronto, sintio una punzada que atravesó su espalda e hizo acto de presencia en su pecho,la afilada hoja emergio llevandose sus futuras vivencias. Se arrodillo y giro la cabeza, necesitaba ver el rostro que le habia arrebatado la vida. No podía ser verdad...no por Dios —¿Que has hecho? Virginia.

La pequeña de doce años cerro la puerta tras de si. Con una amplia sonrisa se limpio las manitas llenas de sangre en el delantal y se dirigió hacia la cocina.

Cristian ya habia comenzado ha abrir los ojos y estaba retirando las manos de sus orejas como en anteriores ocasiones, esta vez el niño percibió que Virginia había sido mas rápida.

—¿Por donde ibamos? —Le pregunto la niña.

—Estabas diciendome que hoy saldríamos de casa. —Explicó de forma solicita.

—Si mi amor. Hoy daremos un paseo y mañana iremos al colegio. Ya has tenido tu semana de juegos así que ahora toca estudiar para hacerte un hombre de provecho. ¿Que clase de mama seria yo si solo te diera caprichos?

Mama de Kelly Mordon

Viginia cogió su vaso de cereales y sin dejar de mirar los animalitos que flotaban alegremente en su leche con cacao exclamó. —Una cosa mas hijo, recuerda que en la calle soy tu hermanita. Ya tendremos tiempo de jugar a las mamas cuando regresemos a casa.

—Si mama —respondio él.

Kelly Mordon autora del libro más leído.
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