Relatos cortos de terror. Nº5 "La niñera" · El libro más leido

Relatos cortos de terror. Nº5 "La niñera"

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(0) 29/03/2014 13:23h

La niñera.

Lucia observaba el reflejo de su cuerpo desnudo en el espejo. Sus formas, aún conservaban pequeños atisbos de turgencia juvenil pero su piel ya había adquirido la elasticidad propia de la madurez. Pese a todo, estaba contenta con lo que proyectaba su imagen y era consciente de que a Tomas; su marido, también le agradaba.

Había llegado el momento, esa era la noche programada para celebrar su decimo aniversario. Estaba exultante y nerviosa, pues había preparado aquella cena con la suficiente antelación para que todo saliera perfecto.
Aun así y pese al esfuerzo que había puesto en ello, algo había fallado en el último instante. Marta, la chica encargada de cuidar a su hija Clara se había indispuesto momentos antes y no podría hacerse cargo de la pequeña. En su lugar, acudiría su compañera de instituto Sara.

Ser madre a los cuarenta años, supuso para Lucia una inmensa alegría y a la vez una gran responsabilidad, pues tenía la impresión de que la sociedad esperaba mucho más de ella precisamente por tratarse de una mujer madura, cosa que no ocurría con las chicas más jóvenes. 

—Pero cielo, ¿aún estas así? —Preguntó Tomas mientras se ajustaba la corbata, observándola desde el umbral de la puerta del dormitorio.

—Ya voy cariño, dame unos minutos. —Contestó ella secamente.

—A mi no me engañas Lucia, te conozco a la perfección. Sé que te preocupa dejar a Clara en manos de una desconocida, pero no tengas miedo mi amor. Además viene recomendada por Marta, es su compañera de clase. Entiendo que es un poco inquietante dejar a nuestra hija así de pronto, sin conocerla previamente. Pero hay cosas que se escapan de nuestras manos y estarás de acuerdo conmigo en que es preferible que Marta no se ocupe de la niña esta noche, ya sabes que está enferma y podría contagiarla algo.

—Si… ya sé, ya sé. —Afirmó Lucia calzándose unos zapatos de tacón que hacían juego con su vaporoso vestido color burdeos. —Es solo que… no creo que una chica que se ha pasado prácticamente la vida entre el instituto y los fogones de la hamburguesería del pueblo, este capacitada para cuidar de un bebe de cuatro meses.

—Bueno mi amor, nadie nace sabiendo. Sino fíjate en tí, que pensabas que con tu edad ya no podrías ser madre y la vida te sorprendió con Clara, tienes que reconocer que te manejaste increíblemente bien desde el principio. Vamos cielo, tenemos que dar una oportunidad a esa chica y necesitamos más opciones para ocasiones como esta. Ya verás, cuando menos lo esperes estaremos de vuelta.

—Si, es cierto, me estoy volviendo un poco histérica con la niña Además está dormida y  cuando le toque la siguiente toma ya habremos regresado. Escucha cariño, voy a acercarme a ver como se encuentra. Tú mientras baja a recibir a la “nueva” —ordeno Lucia con sorna— debe estar por llegar.

La niñera Kelly Mordon

Una lámpara en forma de osito iluminaba de forma tenue el dormitorio de Clara.

Lucia, observó mientras se acercaba hacia la cuna, que uno de los lacitos rosas que adornaba el pijama de la pequeña se había deshecho y la delicada cinta colgaba entre los barrotes por un lado del colchón. Se acerco con cuidado y rehizo la lazada procurando no despertarla.

Desde el instante que nació Clara se había vuelto una adicta al olor que desprendía ese cuarto. Rezumaba una mezcla de vida, de ternura, de puro amor y pensó que si alguien inventara un perfume con dichas esencias sería la primera en adquirirlo.

La pequeña, dormía plácidamente. Después de observarla unos segundos se alejo con cuidado para lo alterar su descanso. Al cerrar la puerta, escuchó como ruido de fondo, dos voces que provenían de la cocina situada en la planta baja.

—Así que… en resumen. —Tomas, interrogaba a una joven de aspecto frágil e inocente que se encontraba frente a él. —Te has tenido que dedicar a cuidar niños por el inesperado cierre de la hamburguesería ¿no?

—Si, así es señor. —Contesto diligente la muchacha. —Para serle sincera creí que trabajaría allí toda la vida, no hay nada en este mundo que me guste más que hacer hamburguesas. —Apuntó Sara melancólica.

—Bueno mujer por eso no te preocupes, cuando quieras nos preparas una a nosotros. Nos encantan las buenas hamburguesas y por lo que comentas pareces toda una experta en su elaboración.

Sara alzó la mirada y Tomas observó en sus ojos un brillo inquietante

—Cariño, nos tenemos que marchar. —Interrumpió Lucia acercándose hacia ellos. —Perdona,  tú debes ser Sara ¿verdad? —Dijo dirigiéndose a la muchacha.

—Si señora, así es. Esta noche me ocupare de su hija Clara. —Respondió sonriente.

—Encantada de conocerte. —Lucia extendió la mano en señal de saludo. —En fín Sara, si no me equivoco Marta ya te ha puesto en antecedentes acerca de los cuidados de nuestra hija ¿verdad?  En estos momentos está dormida, te he dejado apuntados todos los teléfonos donde nos puedes localizar. Una cosa más, salvo que lleguemos tarde no la des ninguna toma ¿de acuerdo?

—Como usted ordene señora váyanse tranquilos que yo me ocupo de la pequeña.

Tomas sonrió y sujetó por la cintura a su mujer para dirigirla hacia la salida.

La velada resulto maravillosa, hacía tiempo que no disfrutaban de tanta complicidad. La reciente maternidad, el trabajo y el estrés generado por el día a día, habían hecho mella en la pareja y necesitaban fortalecer los lazos de unión.

Lucia miro el reloj, las manecillas marcaban la una y media de la madrugada.
 

—Cariño, creo que es hora de que nos marchemos. En breve le toca el biberón a la niña y me gustaría poder dárselo personalmente. —Apuntó Lucia suplicante.

—Por supuesto mi amor, ahora mismo pido la cuenta. —Contesto Tomas afectuoso.

El trayecto a casa resulto ser una grata extensión de la cena, la pareja cantaba canciones de los 70 y se retaban el uno al otro por quien entonaba mejor. En menos de media hora ya estaban aparcando frente a su hogar.

El silencio que reinaba en el interior de la casa, calmo de inmediato el instinto maternal de Lucia, todo parecía estar tranquilo y en orden. Tal y como lo dejaron unas horas antes.

Repentinamente una risueña Sara, salió de la cocina quitándose un delantal, estaba radiante y su rostro irradiaba felicidad.

—Hola, ¿Qué tal les fue la cena? —preguntó curiosa.

—Bien, muy bien. —Respondieron los dos al unísono mientras se preguntaban con miradas cómplices que demonios estaría haciendo en la cocina. —Todo bien. —Repitió Lucia dando paso a la pregunta que realmente precisaba conocer. ¿Y qué tal la niña, como se ha portado?

—Genial, ha sido un angelito. —Afirmó la chica recogiendo su mochila dispuesta a marcharse.

—Estupendo, muchas gracias por todo Sara —contestó Lucia.  —Si me disculpas voy a echarla un vistazo. Te dejo con mi marido, él se encargará de pagarte. —Sin esperar respuesta, Lucia comenzó a subir las escaleras para comprobar el estado de la pequeña.

—Bueno señor. —Dijo Sara mirando a Tomas. —Si no me necesitan para nada más me marcho que mañana tengo un examen importante.

—Si claro, respondió él colocando entre sus manos el importe correspondiente a las horas que había trabajado. —Gracias por todo Sara y como ha dicho mi esposa, ya te llamaremos para otra ocasión.

—Por supuesto cuando quieran, ya saben mi teléfono. Ahh se me olvidaba. —Apuntó la muchacha frenando sus pasos en seco. —Como me ha comentado antes que les encantaban las hamburguesas, me he tomado la molestia de prepararles un par. Ya sabemos que los restaurantes de ahora no son como los de antes y seguro que vendrán con hambre. Espero que les gusten.

—Muchas gracias. —Respondió Tomas sorprendido mientras cerraba la puerta tras ella. —Pero no te tenías que haber molestado.

De pronto, el timbre del teléfono situado en la mesa de entrada alertó a Tomas que observaba como Sara desaparecía entre la bruma de la noche.

—¿Si dígame? ¿Quién es?—Contestó susurrando.

Al otro lado del hilo telefónico se escuchó la dulce voz de Marta.

— ¿Señor Tomas es usted? ¿Me escucha?

—Si  Marta, soy yo. Que pasa ¿te ocurre algo? —Pregunto inquieto.

—Perdone que les llame a estas horas, pero es que…. estoy preocupada. Se me olvido informarles de una cosa que creo es importante.

—Si dime Marta te escucho. —Expresó Tomas intrigado.

—Es sobre Sara. Creo que es preferible que omitan cualquier tipo de comentario que tenga que ver con la hamburguesería.

—Pero… ¿Por qué? ¿Qué hay de malo en hablar de ello? —interrogó sorprendido.

—Es que… verá señor. Sara está obsesionada con ese tema y bueno, creo que es capaz de hacer cualquier cosa si se lo recuerdan. Hola ¿me escucha? ¿Está ahí? ¿Oiga?

Tomas había abandonado el auricular que ahora se balanceaba de un lado a otro colgando del cable que le unía al aparato telefónico.

Se acercaba cauteloso a la cocina, temblando, con la mirada clavada en la nota que estaba sujeta por un imán pegado a la nevera y que informaba de los artículos que habían ido apuntando a lo largo de la semana para que no se les olvidara comprarlos. Tomas comenzó a leerlos uno a uno, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas que comenzaron a resbalar por sus mejillas.

Leche, mantequilla, galletas, pañales, café, y… Ahí estaba, escrita con su propia letra la palabra que les llevaría mas allá de la locura. Carne picada.

Se giro despacio y dirigió sus pasos hacia la encimera. Sobre ella, colocadas en dos platos de loza blanca, se exponían dos pequeñas hamburguesas dispuestas sobre lechos de lechuga.

Le sobrevino una arcada que anunciaba el inminente vomito posterior al descubrir que, entre la masa de carne picada sobresalía un fino y delicado lacito rosa manchado con trazos rojizos.

Tomas cayó de rodillas mientras escuchaba el chillido desesperado de una madre atravesando las paredes de lo que hasta ahora había sido, un hogar feliz.

Kelly Mordon autora del libro del año.

La niñera. - (c) - Kelly Mordon

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