Relatos cortos de terror. Nº9 "Cerca de ti" · El libro más leido

Relatos cortos de terror. Nº9 "Cerca de ti"

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(0) 07/06/2014 23:09h

Cerca de ti.

Ana, comenzó su jornada diaria levantándose a las 6.00 de la mañana para aportar a sus músculos la energía necesaria. Llevaba haciéndolo más de 10 años y estaba orgullosa de sí misma y de su cuerpo.

Como cada mañana y de forma puntual, salió a correr antes de dirigirse hacia su trabajo. Aquel día había decidido cambiar su rutina de asfalto y dirigirse hacia un parque cercano para probar sobre terreno arenoso sus zapatillas nuevas.

A medida que avanzaba por el estrecho sendero destinado a deportistas, percibió que alguien la observaba tras unos árboles. Estaba tan concentrada en sus pulsaciones que apenas logro mirar de soslayo para ver de quién se trataba, no quería frenar el ritmo que se había marcado.

Su coleta alta comenzó a moverse con más brío y las gotas de sudor que se habían instalado en su cuello se convirtieron en pequeñas lágrimas heladas. Sin pretenderlo, había acelerado su carrera de retorno buscando la seguridad de su hogar. Sabía que alguien la estaba acechando.

—Será algún mirón. —Pensó mientras se vestía con rapidez tras una ducha reconfortante.

Una hora más tarde,  salía de su casa en dirección al trabajo, pero antes realizó una parada en la cafetería para reponer fuerzas.

—Lo de siempre ¿verdad? — Preguntó la camarera solícita.

—Si, por favor Emma. —Contestó Ana, colocando su bolso en la silla vacía que se encontraba a su lado.

— ¿Todo bien? —Preguntó la empleada intrigada al ver el gesto serio de su clienta.

—Si, si. Todo bien. Aunque… Si te soy sincera no del todo. —Respondió Ana dudosa. — Veras Emma, llevo varias semanas sintiéndome observada, pero cuando miro hacia el lugar donde creo que me vigilan, no hay nadie. Estoy empezando a pensar que me estoy volviendo loca con tanto trabajo en la editorial

—Tranquila Ana, a mi me ocurrió algo parecido en una ocasión, incluso llegue a caer enferma de la angustia. Pero un buen día me levante y hasta ahora. Mira cielo, te conozco desde hace años y casi te considero como una hija, no en balde te doy de desayunar todos los días. Por eso creo que deberías tomarte las cosas con más calma. No se… quizá este es el momento de cogerte unas vacaciones. ¿Lo has pensado?—Propuso sonriente la empleada.

—Uff…. Emma. Qué más quisiera yo.  Pero en estos momentos hay muchos compañeros de baja, así que no me queda más remedio que aguantar el tirón. En fin, no te molesto más. Además, si no quiero que me den vacaciones eternas más vale que me marche ya. Gracias por todo Emma. —Ana sorbió el último trago de zumo y salió de la cafetería.

Tan solo le separaban dos manzanas del edificio en el que trabajaba, así que atendiendo los consejos de Emma caminó sin prisa respirando el aire primaveral que le ofrecía el día.

De pronto escucho un ruido tras ella, se giro hacia el origen  y pudo ver una sombra que desaparecía tras una esquina. Por un momento dudo en darse la vuelta y perseguirla, estaba convencida de que se trataba de su acosador pero el miedo y las prisas se lo impidieron.

La jornada laboral no transcurrió como de costumbre, Ana estaba perturbada y no dejaba de pensar en lo que la estaba ocurriendo, así que decidió hacer un descanso. Se levanto y miró a través de la ventana del despacho que daba a la parte trasera de un callejón y entonces lo vio.

Cerca de ti. Kelly Mordon.

Apostado de pie, mirando hacia la ventana donde ella se encontraba, había hombre acechándola con los ojos vidriosos. Tenía la tez blanca y las venas de su rostro traspasaban su cerúlea piel quedando desagradablemente expuestas. Vestía una gabardina negra que le llegaba hasta los pies y su asquerosa cara se adornaba con unos grasientos mechones de pelo que se pegaban a sus huesudas mejillas.

Ana experimento un terror extremo y permaneció inmóvil deseando que aquella imagen desapareciera de su vista, pero no fue así.

De pronto, el extraño levanto un cartel que tenía entre sus manos y se lo mostró. Ella, parpadeo varias veces tratando de leer lo que había escrito en él y tras someter a sus ojos a un terrible esfuerzo consiguió descifrar la frase. “Cerca de ti”.

—¡Sí! —Exclamo Ana—. Claro que estas cerca de mí, asqueroso. Pero esto se va a acabar de inmediato. — ¡Seguridad! —Se escuchó vocear mientras sostenía el teléfono con manos temblorosas.

—Si dígame. —Respondieron al otro lado del auricular.

—Escuche. Soy Ana, la secretaria de dirección. Hay un tipo con muy malas pintas en el callejón trasero que me está acosando desde hace tiempo, les ruego que vayan de inmediato y lo detengan. —Solicitó a su interlocutor de forma suplicante.

—No se preocupe, vamos de inmediato. —Confirmó el vigilante.

Ana colgó el auricular y se asomo de nuevo a la ventana.

Como si de una broma cruel del destino se tratara,  el extraño continuaba en el mismo lugar, petrificado. Mirando hacia arriba  y mostrando ese mensaje sin sentido.

—Te vas a enterar perturbado ya no me vas a atormentar más; estúpido. Tu asedio se acaba aquí y ahora. —Se animó a sí misma, mientras comprobaba como dos agentes de seguridad salían por el acceso que daba al callejón y se dirigían  con paso firme hacia el individuo.  Pero justo cuando estaban a punto de enfrentarse a él frenaron su recorrido en seco y miraron hacia arriba.

Ana se quedó estupefacta observando la escena y comenzó a  golpear el cristal señalándoles el lugar donde se encontraba su acosador.

— ¡Pero qué mierda les pasa!—Gritaba desesperada. —Si lo tienen hay mismo. ¿A qué esperan para detenerlo? — Entonces, se percato de que los vigilantes intentaban decirla algo, así que opto por bajar el tono de voz para escucharles. 

—Señora, está usted equivocada aquí no hay nadie. —Repetían una y otra vez dejando en el aire un eco de tortura que rebotaba contra los edificios.

—Ana, trata de calmarte por amor de Dios, seguro que todo esto tiene sentido. A veces el estrés juega malas pasadas y tú has tenido mucho últimamente. —Emma, trataba en vano de serenarla, mientras colocaba entre sus manos una taza de tila y se sentaba frente a ella. La historia que acababa de contarle no tenía sentido alguno, pero al parecer ella estaba convencida de su veracidad.

—Te juro que estaba ahí. Estaba ahí mismo, yo lo vi con mis propios ojos. Es imposible que no lo vieran los vigilantes, lo tenían pegado. Que me está ocurriendo Emma. ¿Acaso me estoy volviendo loca? —Preguntó Ana enjugándose las lágrimas.

—No cielo, no es eso. Es solo que estas pasando una mala racha ya verás como todo se soluciona. —Respondió la camarera recogiendo la taza de tila e incorporándose. —Tranquilízate ahora mismo regreso. No te muevas de aquí.

Justo en el momento en el que Emma comenzaba a abandonar su asiento. Los ojos de Ana comenzaron a abrirse exhibiendo los globos oculares en todo su esplendor hasta el punto de transformar su cara en la viva imagen de la locura. Al verla, Emma freno su recorrido.
—Ana ¿Qué te ocurre? —Preguntó sin estar segura de querer saber la respuesta.

Ana permanecía enmudecida, mostrándose tensa. Había fijado su mirada en la mesa que Emma tenía a su espalda y señalaba con un dedo el origen de su horror.

Ahí estaba. Era él, su peor pesadilla a tan solo un metro de ellas. Tenía los ojos clavados en los de ella y mostraba ese aterrador mensaje  apoyado sobre la mesa. “Cerca de ti”.

Con el pequeño hilo de voz que aún le quedaba consiguió hablar.

—Emma date la vuelta. Lo tienes justo detrás. —Imploró llorosa

En un primer momento, Emma tuvo miedo de girarse y descubrir que lo que relataba Ana era cierto, pero finalmente lo hizo mostrando seguridad. Lo último que necesitaba en esos momentos era que Ana fuera consciente de que ella también estaba asustada.

—Ana, cariño. En esa mesa no hay nadie. —Sentenció Emma con suma delicadeza al comprobar que la mesa estaba vacía.

— ¡Déjame en paz, maldito! —Grito desesperada. —¡Dejadme todos en paz! —Chillo de nuevo.

Después sin más, salió corriendo de la cafetería. Necesitaba la seguridad de su casa, de su dormitorio. Quería olvidarse de la terrible pesadilla que estaba viviendo.

El agua de la ducha resbalaba por su cara y recorría su cuerpo. Ana respiraba profundamente con los parpados cerrados tratando de contener la histeria que la movía por dentro. De pronto sintió que la cortina de la bañera se pegaba a su brazo.

Abrió poco a poco los ojos y lo vio, más cerca que nunca asomando su inmunda cara. Ahí estaba, mirándola, observándola.

Tan solo una lagrima resbalo por su mejilla cuando comprobó que el cartel con la frase “Cerca de ti” se abría paso entre la cortina.

—Una pena lo de ésta chica. —Comentaba un grupo de vecinas en el velatorio. —Las malas lenguas dicen que estaba loca de atar, creia que la acosaba un extraño. Y luego apareció muerta en la ducha, al parecer falleció de muerte natural. —Chismorreaban entre ellas.

—Ana no estaba loca, señoras. —Profesó Emma enfurecida al escucharlas. — Ella solo estaba cansada y confundida. —Aclaró claramente ofendida.

—No te enfades Emma, no queríamos decir eso. Solo pensamos que es una lástima que una chica tan joven y bonita muera así, de repente. En el fondo, la muerte está tan “Cerca de ti” que nunca sabes cuándo te puede sorprender.

Kelly Mordon autora del libro más leído.

Cerca de ti. - (c) - Kelly Mordon

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